“Hay otra historia, la verdadera”, sostienen las víctimas del franquismo en el Auditori

Jordi Corachán, Gramenet 2.0, 29.01.2014

¿Quién dice que las cosas serias no interesan a la gente? Anoche, el Auditori de Can Roig i Torres casi se llenó durante la mesa redonda sobre los crímenes del franquismo y la querella argentina. Allí esteban Carlos Slepoy Prada, el abogado argentino que lleva la causa; Juanjo Gallardo, historiador y colomense comprometido; Merçona Puig Antich, hermana del joven ejecutado a garrote vil en los albores de la democracia, y Felipe Moreno, colomense torturado por Billy el niño, arropados por el concejal de Participación, Siscu Sánchez, y la propia alcaldesa, Núria Parlon, que cedieron cualquier protagonismo. Todo el mundo permaneció clavado en la silla durante las dos horas y media, con ojos como platos y el corazón encabritado.

Juanjo Gallardo, profesor en Can Peixauet, fue el encargado de enmarcar el debate. Habló poco, pero claro. Dijo que después de una guerra y 40 años de dictadura y represión llegó la transición y aquí paz y después gloria: “Da la sensación de no tenemos pasado”. Agregó que eso resulta doloroso, especialmente para las víctimas. Y rompió tópicos: “No es verdad que la República condujese a la guerra”, “no es cierto que fuese una guerra entre hermanos” y “sí que hubo un plan de exterminio desde los primeros días”.

Hubo matanzas, donde no hubo guerra

Con ayuda de un mapa, Juanjo recordó que en media España no hubo guerra y que, sin embargo, hubo fusilamientos en todas partes. “¿De dónde salen tantos muertos en Valladolid (2.555) o Salamanca (650)?” preguntó. Y remachó con contundencia: “No pasó nada y, sin embargo, hicieron matanzas (50.000 en total) y miles de detenciones y torturas contra los más humildes. No fue una guerra civil, sino una guerra de clases”.

El historiador colomense subrayó que la historia la escribieron los vencedores, que se “olvidaron” de explicar que fue un golpe militar contra el orden democrático y los crímenes de la dictadura del Generalísimo Franco. Con constantes publicaciones de libros, dijo, está calando la idea de que “la izquierda tuvo la culpa y que el franquismo fue necesario”. La manipulación es de tal envergadura que hoy “se recuerdan a las víctimas del nazismo y no se dice ni pio de las del franquismo”.

También habló de las consecuencias de la guerra en Santa Coloma, que pese a estar lejos del frente se llevó suyo. Juanjo Gallardo se refirió a los bombardeos de la aviación italiana “para provocar la desmoralización de la retaguardia”. Se refirió al buen entendimiento entre ERC y la CNT para gobernar el Ayuntamiento durante la guerra. Recordó a los alcaldes José Berruezo (anarco-sindicalista) y a Celestí Boada (republicano). Contó que Berruezo le recomendó a su compañero que huyera con él y que Boada decidió regresar a Santa Coloma porque no había hecho nada. Comentó que la Falange (las SS, a la española) le estaba esperando y que lo fusilaron en Campo de Bota, al igual que una quincena de colomenses más. La gente aplaudió con ganas.

Delito de genocidio

Carlos Slepoy tomó el relevo, y tampoco defraudó. Recordó aquello de que si la historia la escriben los vencedores es que hay otra historia, la verdadera. Explicó que la querella argentina se sustenta en los delitos de genocidio y de lesa humanidad, “porque hubo un propósito de exterminio de un grupo que resultaba molesto”.

“El franquismo es un genocidio que les permitió gobernar durante 40 años. Lograron su objetivo de crear una sociedad nacional-católica a costa de 150.000 desaparecidos”, dijo el abogado. Y desveló otro dato escalofriante: “50.000 niños fueron robados de sus madres entre los años 39 y 51, en una práctica legalizada y sistemática, registrándose algún caso hasta el 90. Decían que esos niños tenían el gen del fanatismo y había que curarlos en un buen ambiente familiar”.

Como argentino, dijo que le ha resultado sorprendente que esos crímenes quedaran impunes en Europa, cuna de las libertades. Dijo que Franco compró el silencio de EEUU con bases militares y se refirió a lo de atado y bien atado. “Su gran éxito fue que sus funcionarios pasaran a la democracia”.

Slepoy fue duro con los gobiernos del PP, pero también con la dirección del PSOE, que no está por labor. “Sus concejales y militantes, sí, especialmente en Catalunya y el País Vasco”, precisó. “Lo que pasa en España no pasa en ningún sitio. Aquí se procesa al juez que investiga (Baltasar Garzón) y se encubre a los responsables. Se da la paradoja que la Audiencia Nacional condena a 1.084 años a un represor argentino y no actúa contra Martín Villa, José Utrera Molina (suegro del ministro Gallardón) o Fernando Suárez”.

El letrado subrayó la importancia del apoyo social para hacer imparable la querella. “El asunto es: me lo entregas o lo juzgáis”, dijo para explicar la batalla judicial. Pero, luego está la presión política, ya que “el Gobierno español puede quedar retratado como encubridor de torturadores. España no podrá soportar la presión internacional si queda cante el mundo como un refugio de criminales. Cuando eso pasó en Argentina y Chile, las cosas comenzaron a cambiar”.

En las garras de Billy el Niño

Intervino también el colomense Felipe Moreno, uno de los querellantes y responsable de la Xarxa Catalana i Balear de soporte al procedimiento argentino. Él fue uno de los torturados por Juan Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, ex policía de 68 años, que perteneció a la extinta Brigada Político-Social del franquismo. Lo cosieron a palos en la comisaría y después en Carabanchel.

PicMonkey Collage_opt (3)_optNo le había escuchado nunca dar detalles de esa pesadilla. Ayer, Felipe explicó las torturas en el despacho del comisario Roberto Conesa: “Palizas constantes, mañana, tarde y noche”. No pudieron probar su relación con ninguna muerte violenta, porque no la tenía, pero lo acusaron de asociación ilícita por pertenecer al FRAP. Le incoaron un consejo de guerra y lo metieron en una celda de castigo en Carabanchel. “Baldeaban a todas horas la celda para que no me pudiera sentar”, dijo. De las secuelas físicas en una pierna, en la cadera y no sé cuántos sitios más prefirió no hablar.

Y le tocó el turno a Marçona Puig Antich, a la que habían robado las palabras. Se habían dicho tantas cosas, que la mujer se limitó a agradecer la determinación de la justicia argentina en la ejecución de su hermano Salvador. “No se pueden imaginar lo que reconforta verles aquí y vivir tanta solidaridad, tanto en España como en Argentina. Son una pasada”, dijo con los ojos bañados.

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